Extraño, ¿verdad? Si no fuesen las montañas verdes situadas al fondo bien podríamos pensar que nos encontramos ante una foto lunar. Y es que este grisáceo paisaje se encuentra en Rumanía, cercano a la ciudad de Buzau.
Como más de un autóctono nos había hablado de las maravillas de este lugar, aprovechamos una de las múltiples visitas que recibimos para ir allí e inspeccionar sobre el terreno.
Los "Vulcanii Noroiosi", o volcanes de lodo, son unas formaciones encontradas en el siglo XIX al hacer prospecciones petrolíferas (de hecho, Rumanía fue el primer país del mundo en el que se explotó comercialmente el petróleo). En un país en el que se encuentran leyendas vampíricas en cada aldea, suponemos que imaginarían que se trataba no menos que de una boca al infierno. Y no es para menos, ya que cada pocos segundos se escuchan el "plop, plop" de las burbujitas que explotan y se pueden contemplar las pequeñas erupciones que se forman constantemente.
Al parecer, la razón de que se generen estas erupciones son gases que se encuentran bajo tierra y que causan reacciones geológicas muy parecidas a la expulsión de lava.
El viaje de Bucarest a los volcanes se hace un poco lento y se precisa de una cierta pericia para esquivar adelantamientos por derecha e izquierda. Además, hay que llegar a entender que el andén puede ser considerado un carril más. ¿Por qué conformarse con carreteras de dos carriles cuando de la nada se pueden sacar cuatro?
Una vez allí, la visita se resume en un paseo y la toma de unas cuantas fotografías, no llevando más de una hora. Para complementar la excursión, se puede aprovechar y hacer un picnic en la base (no dentro del cráter, ¡qué nadie se asuste!).
De vuelta ya a Bucarest, todo amante de las piruetas y la escalada de pacotilla que se precie, ha de pasarse por Tabăra de sculptură Măgura, que precisamente está a ocho kilómetros de Magura.
Este lugar, levantado entre los años 70 y 80 por escultores rumanos, alberga 256 estatuas de distinta índole. Aunque muchas de ellas no están bien cuidadas ni conservadas, merece la pena pasarse por allí si uno va a Noroiosi.
Como la edad no es sinónimo de madurez, algunos de los integrantes de la expedición se entretuvieron escalando por las estatuas e incluso bailando sobre ellas.
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