Tras meses y meses de espera, por fin hemos llegado a nuestro destino: Bucarest.
Ayer a media mañana nos encontramos con nuestros nuevos compis en el aeropuerto. Fue muy agradable contar con la compañía de mis queridas Ana y Atenea y su hermoso mural (las fotos de este post serán subidas el fin de semana, porque nuestra nueva ciudad nos tiene agotados y tecnológicamente escasos).
El vuelo fue un poco largo, pero tuvo sus momentos entretenidos: la "deliciosa" ensalada caliente del menú, o nuestro intento por leer una revista femenina en rumano. Nos llamó la atención que ya no eran "freaks" las mujeres que tenían éxito profesional (como ponía en dicha revista).
A nuestra llegada nos esperaban Mihaela y Oana, las dicharacheras chicas de la inmobiliaria, que nos trasladaron en su propio coche al centro, siguiendo a nuestros compis en una emocionante persecución por las calles de Bucarest. Pudimos comprobar lo ameno que es el tráfico en esta ciudad y lo fácil que se soluciona todo gritando por la ventanilla.
Pero también comprobamos los parques que había y lo bonitos que eran algunos edificios. Avanzábamos cansados pero contentos de lo que íbamos encontrando.
Al llegar a nuestro nuevo hogar nos quedamos estupefactos ante el "ascensor" de nuestro edificio: poco más que una plataforma de madera con unas cuerdas que la subían (fotos emocionantes este fin de semana).
Tras echar un primer vistazo a la casa, tuvimos nuestro primer contacto con los lei, en un supermercado de la zona, y nuestra primera dificultar para volver a entrar en el piso, ya que nuestra llave del portal no estará arreglada hasta dentro de unos días.
Y, al día siguiente: oficina!!! Nuestra impresión ha sido buena y el contacto con los nuevos compañeros, también.
Os mantendremos al tanto de lo que siga sucediendo a las patatas viajeras en Bucarest. Ahh!! Muy remarcable, la amabilidad de los locales, capaces de llevarte por la ciudad hasta la dirección buscada o gesticular para explicarte dónde comprar pinzas de la ropa :-)
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