miércoles, 7 de noviembre de 2012

Querida patata...

De nuevo nos retrasamos en la actualización de nuestro diario, pero ahí va una pequeña dosis de nuestras aventuras en el "pequeño París".

Estos últimos días hemos contado con una grata visita, ¡la primera de muchas, esperamos! Tras más de una hora de espera en el aeropuerto  y una maleta perdida, por fin apareció "Peter". ¡Qué ilusión nos hizo a las patatas ver una cara conocida entre los rumanos! Además de su presencia, la estupenda botella de selecto vodka que nos trajo, los bombones vieneses y el lomo, hicieron que esos días aún fuesen mejores.

Nuestro provisional acompañante tuvo el placer de pasear por estas calles que algún día veréis y conocer, más en profundidad, la idiosincrasia del lugar. Quedó maravillado por los cables de tensión eléctrica situados a la altura de la cabeza, o los continuos agujeros en las aceras (por nuestro futuro bien, pues la ciudad está quedando más bonita). También con él fuimos a Brasov, una ciudad a dos horas y media en tren de la capital. Fundada en 1211, estuvo dominada por distintos pueblos, conservando aún influencias de su pasado austriaco y de los húngaros y alemanes que allí vivieron. Conocida como la "Ciudad Stalin" en la década de 1950 a 1960, recomendamos pasear por la Plaza Afantului y sus alrededores, entrar en la Iglesia Negra o subir a la Ciudadela. Siempre sin olvidar probar la carne de venado con un toque de mermelada de frutos del bosque.






Otra de nuestras experiencias de los pasados días, ya sin nuestro acompañante, fue caminar por los tejados de Bucarest. Alentados por uno de nuestros vecinos, que dijo que era habitual pasar de un edificio a otro por la azotea en lugar de por la puerta principal, no dudamos en comprobarlo. Al parecer, no es una actividad cotidiana como creímos, por asegura unas vistas de la ciudad increíbles. Solo apto para valientes.

Sabemos que también os despierta curiosidad que nos movamos tanto en taxi por aquí. Razón 1: los taxis de 1,39 lei/km que se encuentran por todas partes (¡ojo! también los hay caros y otros muchos baratos que intentan timarte cobrándote más de lo que marca el taxímetro o no devolviéndote el cambio). Razón 2: evitar el andén "de la muerte":

¡Es broma! Aunque el medio metro de andén pueda parecer peligroso, lo cierto es que estamos contentos con el servicio de metro de la ciudad y con la amplitud de sus vagones. La única pega es que hay muy pocas líneas todavía.

Como la inspiración se va acabando, y el sueño floreciendo, vamos a retirarnos ya por hoy. Dormiros apaciblemente tras haber degustado buenos productos españoles, apreciados si cabe aún más por nuestra condición de expatriados. Pero para que veáis que aquí tampoco pasamos hambre, una foto de una de las últimas sopas que nos hemos tomado:


Para otro día dejamos nuestras aventuras en el mercadillo de antigüedades y las extrañas medallas y puñales de la época nazi que allí se pueden adquirir.